domingo, 20 de junio de 2010

Mockus, primero en montar la ola verde


EL PASADO 14 de marzo Antanas Mockus ganó en consulta interna el derecho a ser el candidato presidencial del Partido Verde, al derrotar a los también ex alcaldes de Bogotá, Enrique Peñalosa y Luis Eduardo Garzón. El pasado 30 de mayo obtuvo la segunda votación con 3.134.222 sufragios, que le dieron para disputar este domingo en segunda vuelta la Presidencia de la República.

Antanas Mockus nació en Bogotá el 25 de marzo de 1952. Hijo de inmigrantes lituanos, estudió su bachillerato académico en el Liceo Francés Louis Pasteur. Mockus es Licenciado en Matemáticas y Filosofía de la Universidad de Dijón, en Francia y Magister en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Además, es Doctor Honoris Causa de la Universidad de París VIII, Francia y de la Universidad Nacional de Colombia.

Con el respaldo del voto de opinión, Antanas Mockus ha sido dos veces alcalde de Bogotá (1995-1997 y 2001-2003), ciudad en la que le fue reconocido importantes transformaciones tras el impulso a la cultura ciudadana, la protección de la vida, la gestión pública transparente y eficiente, el manejo de los recursos públicos como recursos sagrados y la responsabilidad compartida entre gobierno y ciudadanos.

En el año 2006 Mockus fue aspirante por primera vez a la Jefatura de Estado, en una elección que fue ganada por Álvaro Uribe, aunque ya en 1997 se había postulado a la Vicepresidencia como fórmula Noemí Sanín, candidata del Partido Conservador, para lo cual renunció al cargo de alcalde de Bogotá.

Por esta decisión le sobrevinieron muchas críticas, tanto que pidió perdón en su regreso a la política en 2002, cuando aspiró a la Alcaldía de Bogotá por segunda ocasión.

Antanas Mockus ha sido el abanderado de campañas políticas atípicas: con la confianza en que son las ideas las que conquistan electores, apela a su intuición y a las ideas de personas de su equipo. Asimismo, combina arte y publicidad, y acude a símbolos pedagógicos como la reconocida tarjeta ciudadana. Sus consignas llaman a la honestidad y la transparencia.

En 2007, Mockus fundó el Movimiento Visionarios por Colombia con el que ha desarrollado acciones colectivas como Voto Vital, Por la Vida, Súmate y Actúa y Ciudadanos por la Vida.

El aspirante invita a votar

Así como recuperar la seguridad ha sido un propósito de los colombianos en los últimos años, superar la ilegalidad es la prioridad del momento. Socialmente se aceptan múltiples manifestaciones más o menos graves de violaciones a la Ley, de atajos o de justificaciones para incumplir las normas. “Hecha la Ley, hecha la trampa” es una de las expresiones que se repiten, hasta con cierto orgullo.

Las consecuencias negativas de esa actitud cultural son devastadoras y se constituyen en el principal obstáculo para erradicar la violencia, mejorar la democracia y alcanzar la justicia social.

A pesar de prohibiciones legales y constitucionales, resulta “normal” que se establezcan relaciones clientelistas entre los poderes; y que en vez de argumentos sean las prebendas o el intercambio de favores las herramientas que se usan para que se aprueben proyectos de Ley o se eviten debates de control político. Ahí está la principal fuente de corrupción. Es a partir de la componenda política que los recursos públicos se despilfarran, se asignan en forma inequitativa o simplemente se pierden. No bastan los aumentos de controles, o el incremento de las sanciones o la mejoría de los procedimientos administrativos, se requiere una transformación cultural que los convierta en recursos sagrados. Que todo peso público se invierta en lo que debe ser.

El narcotráfico, principal combustible de las más graves manifestaciones de violencia, ha logrado crecer por una especie de tolerancia social que se aprovecha de los ingresos que produce, sus alardes de riqueza se transforman en referentes culturales positivos, que no castiga políticamente a quienes han hecho alianzas con grupos ilegales y que justifica los cultivos ilícitos por supuesta falta de mercado para los productos legales. En Colombia tenemos que abrir un diálogo franco para visibilizar los efectos negativos del narcotráfico y lograr un consenso para rechazar socialmente al narcotraficante, hasta llevar a que sus familias los persuadan de no arriesgar sus vidas.

La impunidad y la ineficacia del aparato judicial son a la vez causa y consecuencia del estado de cosas. El sistema judicial tiene como misión central hacer cumplir las leyes cuando los otros códigos reguladores de la conducta humana –moral y cultura– no han evitado un comportamiento ilegal, por eso debemos garantizar que habrá jueces en todos los municipios colombianos, que haya procedimientos expeditos similares a los de la tutela para lograr eficacia de los derechos, con jueces reconocidos como lo hacemos con soldados y policías.


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