domingo, 20 de junio de 2010

Una elección cantada, un nuevo mapa político


TERMINA HOY la que sin duda ha sido la campaña presidencial más accidentada de las últimas dos décadas. No sólo porque empezó en firme hace apenas cuatro meses, después de que se hundió en la Corte la ley del referendo reeleccionista, sino porque después del resultado de la primera vuelta de los comicios para la sucesión en la Casa de Nariño, más que competencia directa entre los candidatos Juan Manuel Santos y Antanas Mockus, la atención estuvo centrada en los movimientos de la campaña del aspirante de La U para asegurar no tanto el triunfo en las urnas este domingo, que en sus huestes dan por descontado, sino la gobernabilidad después del 7 de agosto.

Aunque para las toldas del Partido Verde este diagnóstico puede resultar muy drástico y hasta injusto, pues sólo la voluntad popular dará hoy el dictamen definitivo, lo cierto es que los más de 3 millones de votos que Santos le sacó de ventaja a Mockus el pasado 30 de mayo le restaron interés a la campaña y expectativa frente a la jornada de este domingo. Tres razones sustentan esta afirmación.

En primer lugar, el que el ex ministro de Defensa uribista se acercara a los siete millones de votos (al final sumó cerca de 6,8 millones) y el ex alcalde apenas sumara 3,3 millones de respaldos en las urnas, claramente le dio un halo de triunfalismo a la campaña Santos, ya que descontar semejante diferencia en tres semanas es casi un imposible, a menos que pasara algo extraordinario. En las toldas de los “verdes” siempre esperaron ese ‘milagrito’ pero al final nada raro pasó. De allí, entonces, que en los últimos 21 días La U se centró más en lo que los técnicos de fútbol suelen llamar “mantenimiento de la forma”, que en buscar urgentemente sumar más votos a su causa.

Como segundo aspecto clave, no hubo ningún timonazo en la estrategia de la campaña Mockus. Más allá de tratar de ser más incisivo en los debates televisivos y criticar con más énfasis algunas actuaciones de Santos y su coalición, la “ola verde” no tomó nuevos bríos y en la última semana fue notorio un sentimiento de resignación ante la consolidación de Santos. Es más, bien se puede advertir que la mayor preocupación de las toldas del ex alcalde bogotano no se centró en los días más recientes en la dificultad para descontar los tres millones de votos de desventaja frente al aspirante de La U, sino en evitar que hoy el potencial político demostrado en primera vuelta vaya a retroceder por cuenta del desencanto del electorado por la debacle del 30 de mayo y la creciente atención mediática en el Mundial de Fútbol.

Ello explica, paradójicamente, porque ambos candidatos se centraron en los últimos debates en llamar a la ciudadanía a votar hoy, pues se teme que el escenario político y electoral que se está consolidando lleve a que la abstención sea mayor que la registrada en la primera vuelta.

Mockus, como se dijo, apuesta principalmente a poder aumentar, o por lo menos mantener, sus 3,3 millones de votos, pues ello lo dejaría como el referente de alternativa real frente a un nuevo gobierno de corte uribista, mientras que Santos urge que su desempeño en las urnas hoy se ponga por encima de los siete millones de votos, pues un resultado inferior no sólo dejaría sin mayor piso su tesis de “acuerdo de unidad nacional”, con la que sustentó las alianzas con otros partidos, sino que le restaría margen de gobernabilidad en el corto y mediano plazos. De reducir su votación, sería evidente que la polarización imperante en los últimos ocho años no pudo ser superada en esta puja por la sucesión en la Casa de Nariño.

Y por último, pero no menos importante, mientras que el candidato de La U logró adhesiones importantes, como las de los partidos Conservador, Cambio Radical y una buena fracción de la bancada liberal (incluyendo hasta al respaldo del ex presidente César Gaviria), Mockus desechó una alianza con el Polo Democrático, tampoco pudo llegar a acuerdos con el liberalismo no santista y, al final, decidió jugársela solo para la segunda vuelta, apostando a gaseosas tesis de preferir “alianzas ciudadanas” y a difíciles convocatorias a las franjas del voto de opinión e independiente, así como a llamar a los abstencionistas a que abandonen su apatía política y acudan a las urnas hoy para sumarse a la “ola verde”.

Otros elementos

A todo lo anterior hay que agregar tres aspectos que si bien no tienen el peso específico e implicaciones de los ya expuestos, tendrán algún efecto en la percepción del electorado que hoy vaya a los puestos de votación.

Es claro -y aquí el primer aspecto- que en los distintos debates que sostuvieron Mockus y Santos en los medios de comunicación y otros foros, la balanza siempre se inclinó a favor del segundo, no tanto por su reconocida solvencia al responder y la habilidad para esquivar interrogantes incómodos, sino por las continuas ‘descachadas’ verbales del primero, a tal punto que el mismo ex alcalde terminó autonombrándose como “jefe del departamento de autogoles del Partido Verde”.

Incluso, no es descabellado concluir que la mayor ventaja del aspirante de La U en los cara a cara con Mockus, fue la ambigüedad de éste último y el desconocimiento en algunos temas de importancia en la agenda nacional.

Otro aspecto -el segundo- fue el impacto político que tuvo la llamada “operación Camaleón” que le permitió al Ejército rescatar sanos y salvos al general Mendieta, dos coroneles y un sargento que llevaban más de once años secuestrados por las Farc. Es ingenuo negar que toda la ola de satisfacción y optimismo creada por ese hecho se inclinó a favor de la continuidad de la Política de Seguridad Democrática y, por ende, del aspirante gobiernista.

El tercer elemento clave en el escenario político electoral de las últimas tres semanas es que muchos de los elementos que hicieron ‘ruido’ en la antesala de la primera vuelta presidencial desaparecieron en las últimas tres semanas: el presidente venezolano dejó de intervenir en la campaña colombiana e igual pasó con el mandatario ecuatoriano; las encuestas, descachadas cual más en mayo, no pesaron para bien ni para mal de cara a la segunda ronda de los comicios; las críticas al aspirante de La U por escándalos como los ‘falsos positivos’ y el presunto complot contra el gobierno Samper redundaron en las mismas hipótesis y no agregaron datos nuevos; y, por último, el presidente Uribe, al parecer consciente de la ventaja lograda el 30 de mayo por su ex ministro de Defensa, guardó un bajo perfil en materia de intervención en política, salvo el agarrón con el ex presidente César Gaviria por la adhesión de éste a la campaña de La U.

Hoy, a las seis

Si bien es cierto que en política todo es posible, y lo que pasó el 30 de mayo es prueba evidente y cercana de ello, es claro que salvo que ocurra algo extraordinario hoy a las seis de la tarde los resultados de la Registraduría estarán dando como ganador de la contienda presidencial a Santos.

A partir de ese momento se podrá asegurar que el mapa político-electoral imperante en Colombia en los últimos ocho años habrá cambiado de manera sustancial. De un lado, se habrá confirmado la sepultura de la tesis tantas veces alegada por el sanedrín de la Casa de Nariño en torno a que “sin Uribe no habría uribismo”.

Es apenas obvio que si el candidato de La U logra superar los 7,3 millones de votos que alcanzó Uribe en mayo de 2006, bien podría el país estar asistiendo a un paso al segundo plano del uribismo, para ser desplazado por un naciente “santismo” que, también sería ingenuo negarlo, con semejante resultado electoral ya no estará pensando en entregar el poder en 2014 sino en buscar la reelección.

En no pocos corrillos políticos ya se habla de una escisión a mediano plazo de la actual coalición, en donde los uribistas de primera línea se quedarían fieles a un ex presidente activo y opinante como seguramente lo será Uribe, y el santismo poco a poco podría irse acercando al liberalismo, llevándose consigo una parte importante de Cambio Radical.

Sin embargo, unos primeros asomos de esa ‘migración’ política ya se estarían insinuando con la pelea en torno a la presidencia de la Cámara de Representantes. La adhesión hace dos semanas del representante liberal Simón Gaviria a la campaña Santos y la oficialización días atrás del apoyo del padre del parlamentario, el ex presidente Gaviria, al mismo aspirante, fue entendida en algunos círculos como una ‘movida’ para asegurar la presidencia de la corporación legislativa al joven congresista liberal.

De inmediato empezó un ‘conato’ de rebelión tanto en La U como en otros sectores de la coalición. La bancada conservadora en la Cámara, llevada de la mano del ex ministro y ex precandidato presidencial Andrés Felipe Arias, activó una campaña para que la presidencia de la corporación quede en manos azules y no rojas.

En ese escenario la dura pelea verbal entre Uribe y César Gaviria empezó a jugar en detrimento de las aspiraciones del hijo de éste último, pero es claro que si Santos quiere el apoyo político del liberalismo en el Congreso tendrá que maniobrar inteligentemente para que ese partido quede bien representando en las mesas directivas del Legislativo. Es allí en donde podría encontrarse con el resquemor de los uribistas de vieja y nueva data, que ya se estaban ‘repartiendo’ las presidencias y vicepresidencias de ambas cámaras entre La U, conservadores y Cambio Radical.

No sin razón algunos de los analistas políticos más reconocidos del país sostienen que la urgencia de Santos no es tanto ganar en las urnas hoy, lo que dan por descontado, sino tener el suficiente margen de acción para conformar una coalición de amplio espectro, de “unidad nacional”, que quepa no sólo dentro del ponqué burocrático y de cuotas de poder, sino que le aseguren una o dos legislaturas de pleno control sobre el Congreso para sacar avante un voluminoso y complicado paquete de leyes y reformas prometidas en campaña.

¿Y la oposición?

Uno de los elementos más característicos del nuevo mapa político tiene que ver con la ausencia de la oposición en la recta final de la contienda electoral. El liberalismo, como se dijo, ya está en una gran proporción en las toldas santistas, en tanto que el Polo, disminuido en su bancada parlamentaria y con un desempeño electoral muy regular en la primera vuelta presidencial (apenas 1,3 millones de votos por Gustavo Petro), aparece como un partido marginal en el Parlamento que se posesiona el próximo 20 de julio.

Se supone, entonces, que la labor de contrapeso a un gobierno de Santos con una coalición parlamentaria que (si suma el liberalismo) controlará más del 85 por ciento de las curules, debería recaer en el Partido Verde y el propio Antanas Mockus, pues si esa colectividad suma hoy más de 3,3 millones de votos, se convertirá oficialmente como la segunda más fuerte del país, superada sólo por La U.
Sin embargo, más allá de tener una bancada parlamentaria muy pequeña, los “verdes” no parecen interesados en convertirse en el principal factor de oposición al Gobierno entrante, en gran parte porque quedó patente en los comicios parlamentarios y presidenciales de este año que el antiuribismo no es rentable política ni electoralmente.

El Partido Verde, se sabe, buscará a partir de mañana realinderar sus fuerzas con miras a jugar fuerte en las elecciones regionales del próximo año, teniendo como principal objetivo la alcaldía de Bogotá para Enrique Peñalosa, varias gobernaciones y un buen número de municipios. En esa tarea, volverse opositor de primera línea no parecería muy productivo.

Entonces…

Ese es, pues, un repaso al mapa político y electoral en medio del cual Colombia elige hoy a su nuevo Presidente. Lo hace sin esperar mayores sorpresas y con la casi absoluta certeza de que Santos será el inquilino de la Casa de Nariño desde el próximo 7 de agosto y, seguramente, tendrá en la mente buscar la reelección en 2014.

También se llega a esta fecha con un nueva fuerza política en el espectro, el Partido Verde, que aún perdiendo la puja presidencial se confirmará como la segunda colectividad más potente, desplazando al conservatismo, Cambio Radical, el liberalismo y el Polo.

La Política de Seguridad Democrática tiene asegurada su continuidad y si bien Santos ha prometido continuidad en muchos aspectos de la Administración Uribe, poco a poco se irá desmarcando de éstas y estableciendo su propio estilo, uno menos beligerante y explosivo, más dado a la negociación antes que la confrontación.

La herencia que recibirá el mandatario electo es positiva en muchos aspectos pero también contiene varias ‘papas calientes’ muy difíciles de manejar, que van desde la ‘bomba social’ del desempleo, las relaciones críticas con la rama judicial, la no elección del Fiscal General, los roces políticos con Venezuela y Ecuador, el TLC pendiente con Estados Unidos y el desenlace judicial de escándalos como los ‘falsos positivos’, la parapolítica, la yidispolítica, la financiación del referendo reeleccionista, los juicios a militares… Y claro, una guerrilla que, aunque debilitada, sigue atacando y secuestrando… Y unas bandas criminales emergentes difíciles de reducir… Y el narcotráfico actuante…

En fin, Santos, si se confirma hoy lo que pocos dudan, recibirá un país con avances significativos en algunos aspectos pero problemas graves en otros. No queda más que desearle buen viento y buena mar. No hay que olvidar que, en la mayoría de los casos, si al Presidente le va bien, a Colombia debería pasarle lo mismo.


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