lunes, 17 de mayo de 2010

Uribismo, corriente sin “homogeneidad coherente”


PONIENDO AL descubierto el divorcio existente entre las bases uribistas y los ideólogos de la corriente política con la que se gobernó Colombia durante los últimos ocho años, la politóloga Mariana Fajardo estableció que el uribismo no es una ideología porque carece de una “homogeneidad coherente”.

Fajardo abordó el tema en la tesis de grado que presentó hace cinco meses para optar por el título de Magister en Ciencia Política en la Universidad de los Andes. El trabajo se tituló Los uribistas: ideología y cultura política ¿democrática?

“El análisis cuantitativo permitió identificar que los uribistas votantes parecen tener una identidad política en la que prima una ideología de derecha, una cultura política democrática y una concepción positiva (no necesariamente normativa de democracia); mientras que los uribistas ideólogos distan mucho de lo anterior al manifestar una ideología derechista, una cultura política antidemocrática y defender una concepción negativa en la que prima el Estado de excepción”, escribió Fajardo en las conclusiones de su trabajo.

Uribismo

Aunque entre los habitantes de Colombia puede carecer de sentido intentar una definición de uribismo, no está demás recordar que ese es nombre que recibe la coalición de gobierno formada en torno a las políticas y programas del actual presidente Álvaro Uribe.

Se supone que el uribismo tiene un profundo arraigo popular debido a las altísimas votaciones logradas por Uribe en 2002 y 2006, así como la amplia favorabilidad que registra en las encuestas.

En su trabajo, Fajardo precisó con datos lo que ya algunos analistas habían sugerido: que el uribismo no es propiamente una ideología y no sobrevivirá más allá de la vigencia de Uribe como mandatario, calificándola como “una especie de colcha de retazos que no ha podido engranarse”.

El ex presidente Ernesto Samper le dijo al periodista Antonio Morales, en entrevista publicada por la revista Semana en septiembre de 2008, que el uribismo es “una emoción llena de puestos”.

Los principales postulados del uribismo, expresados constantemente por el gobernante, son cuatro: seguridad democrática (participación de la sociedad en la guerra contra el narcoterrorismo), confianza inversionista (fomento a la inversión de empresas extranjeras en Colombia), cohesión social (presencia estatal en pueblos y lugares alejados del centro del país; aumento nominal de la cobertura en salud, educación, servicios públicos, Internet); Estado de opinión (fase superior del Estado de Derecho; importancia de la opinión popular en el Estado, sometiendo esta opinión a la ley).

El analista Álvaro Forero, un su columna de El Espectador, escribió en julio de 2008 que “cuando la favorabilidad presidencial se acerca al unanimismo, deja de ser atribuible exclusivamente a la gestión gubernamental, para convertirse en un fenómeno de masas que necesariamente obedece a una estrategia política certera”.

Divorcio

En su trabajo, Fajardo cruzó diversos datos para “reconocer si existe o no una diferencia entre el uribista votante y el uribista ideólogo, y entre estos el no uribista”.

Para establecer el pensamiento del uribista votante, Fajardo tomó los hallazgos de los informes Cultura política de la democracia en Colombia, del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (Lapop, Latin American Public Opinion Project), de la Universidad de Vanderbilt, de los años 2005, 2006, 2007 y 2008; para ubicar al uribista ideólogo, analizó “el contenido discursivo” de tres de ellos, muy significativos: José Obdulio Gaviria, Fernando Londoño y Alfredo Rangel.

Fajardo encontró que aunque “sí existe una asociación entre ser uribista votante y adoptar una posición de derecha”, a la hora de analizar, por ejemplo, “respuestas con cuál se cree que es el problema más grave que está enfrentando el país”, resultó “que los porcentajes para uribistas votantes y no uribistas son muy parecidos”.

Un ejemplo tomado más o menos al azar. El 28,9 por ciento de los uribistas votantes y el 29 por ciento de los no uribistas estuvieron “de acuerdo con que, en algunos casos, el Presidente debe cerrar el Congreso”. Otro. El 16,4 por ciento de los uribistas votantes y el 18,2 por ciento de los no uribistas consideraron que “en algunas circunstancias un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático”. Y así por el estilo.

En cambio, “los uribistas ideólogos son muy diferentes a los no uribistas”.

Según el análisis de Fajardo, los uribistas ideólogos se distinguen porque, aunque consideraron que “es la voluntad del pueblo, expresada a través del voto, la que garantiza la permanencia de un líder fuerte como Uribe”, su “dogma” le otorga “autoridad” al “liderazgo personal” o al “carisma”, que serían “propios de individuos inusualmente afortunados y únicos. Esa autoridad carismática es –y debe ser– absoluta e incuestionablemente y, en ese sentido, es implícita y explícitamente totalitaria en su carácter”. Además, aunque dicen respetar “la institucionalidad democrática”, en realidad confían “exclusivamente en las instituciones manejadas por la coalición uribista”; quienes no hacen parte de esa coalición, es decir, “la oposición, encarnada en la izquierda”, son caracterizados como una opción “politiquera, clientelista, desordenada, incoherente y acéfala”, cuando no “absurda, torpe y entorpecedora de la labor del Presidente”.

Entre ambos grupos de uribistas hay múltiples diferencias, pero quizás una notable sea que mientras para los uribistas votantes es importante la democracia porque por ella pueden elegir un líder fuerte, para los uribistas ideólogos la democracia es apenas un mecanismo para sostener al líder fuerte.

Al reconocer las diferencias entre ambos grupos de uribistas, Fajardo concluyó que, “al ser ambos parte de una doctrina conocida como el uribismo puede argumentarse que ésta no puede ser considerada como una ideología coherentemente homogénea por cuanto no hay concordancia en términos de identidad política entre quienes la defienden con el voto y quienes la defienden con las ideas”.


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