domingo, 21 de marzo de 2010

El nuevo póquer presidencial


Las encuestas e hipótesis que se venían manejando quedan sin piso. Los cinco elementos básicos de la puja por la sucesión en la Casa de Nariño y los ‘plantes’ de los distintos aspirantes.

EL MOMENTO político del Partido Conservador es muy atractivo. En la votación para Congreso superó todas las expectativas. Tanto en Senado como en Cámara la bancada parlamentaria aumentará a partir del 20 de julio. Pero, sin duda alguna, lo más importante termina siendo la consulta interna para escoger candidato único. Ese ejercicio electoral sumó casi tres millones de votos, un monto sin precedentes para este tipo de cita en las urnas y que confirmó a la colectividad azul como la de mayor fuerza política probada dentro del escenario colombiano.

Por lo mismo, la escogencia de Noemí Sanín como candidata presidencial oficial del conservatismo se convierte en un hecho que obliga a volver a barajar todo el escenario de la campaña por la sucesión en la Casa de Nariño. Tras confirmarse la carta que se van a jugar las toldas azules en la primera vuelta por la Jefatura de Estado y verse los resultados que la colectividad demostró en la jornada del pasado domingo, es claro que todas las encuestas e hipótesis realizadas y proyectadas en los últimos meses quedan sin piso.

Por primera vez, después de dos años y medio en que el país vivió sumido en la incertidumbre del referendo reeleccionista –que finalmente se hundió-, y luego de una accidentada y muy polarizada pre-campaña presidencial conservadora, el escenario de las candidaturas para suceder al presidente Álvaro Uribe después del 7 de agosto próximo, está abierto totalmente.

Salvo por Sanín y Antanas Mockus (candidato del partido Verde-Opción Centro) que deben designar en los próximos días a sus respectivas fórmulas vicepresidenciales, toda la nómina de aspirantes está definida. Por la U las banderas serán defendidas por Juan Manuel Santos y Angelino Garzón; el liberalismo se presentará con Rafael Pardo y Aníbal Gaviria; el Polo va con Gustavo Petro y Clara López; Sergio Fajardo lleva como segundo a bordo a Julio Londoño; y Germán Vargas Lleras se la jugó con Elsa Noguera.

Ese es todo el ramillete de aspirantes a la primera magistratura. Todos tienen escasos 70 días para ganarse el favor popular y conquistar uno de los dos tiquetes que el último domingo de mayo se definirá en las urnas para ir a la segunda y definitiva vuelta para escoger el nuevo Presidente de la República.
Los retos para cada uno de los aspirantes son muy grandes. Como se advirtió, las encuestas y escenarios electorales que se habían proyectado hasta hace pocos días ya no sirven de referencia realista. Por ejemplo, en la mayoría de los sondeos siempre se citaban dentro de la baraja de presidenciables a Sanín y al ex ministro Andrés Felipe Arias y cada uno tenía su propio porcentaje de preferencias. Ahora, saliendo este último de la competencia proselitista, la balanza de los apoyos debe cambiar obligatoriamente. Eso sólo se empezará a vislumbrar la próxima semana cuando se conocerán los resultados de las primeras encuestas post-consulta conservadora.

Escenario de arranque

En la campaña relámpago que se inició este fin de semana, luego de definirse la carta conservadora, hay varios elementos básicos que ya se pueden identificar claramente.

En primer lugar, la anhelada idea del saliente Jefe de Estado en torno a que la coalición fuera a la primera vuelta con un solo candidato, ya es un imposible. Santos, Sanín y Vargas Lleras, todos provenientes de las entrañas de la coalición uribista, van a disputarse un capital político que ha girado en los últimos ocho años alrededor de la persona de Álvaro Uribe y que, por lo mismo, le ha sido imposible heredar o endosar a un sucesor favorito.

El que Arias no hubiera podido ganar la consulta interna conservadora pese a tener el apoyo tácito del gobierno Uribe así como de otros sectores como el Partido de Integración Nacional (PIN) evidencia que la capacidad del Jefe de Estado para endosar capital político y popularidad es cada día más limitada, y que el llamado “efecto teflón” que protegió la favorabilidad de Uribe Vélez durante los últimos años pese a los graves escándalos que rodearon al Ejecutivo, no se extiende a ex ministros suyos como Arias y el mismo Santos.

El segundo elemento básico se refiere a que, a diferencia de lo que pasó en 2002 y 2006, en esta ocasión habrá segunda vuelta presidencial. Ninguno de los candidatos ha demostrado tener la suficiente fuerza y ventaja en las encuestas como para obtener en los comicios de mayo la mitad más uno de los votos válidos. Eso implica, entonces, que si bien por ahora están descartadas las alianzas, gran parte de la opción de llegar a la Casa de Nariño dependerá de la forma en que se alineen las fuerzas en torno a los dos candidatos que superen la primera vuelta.

Otro elemento básico de la actual campaña se refiere a que el tema del referendo reeleccionista desapareció demasiado rápido de la agenda nacional, una vez la Corte Constitucional emitió el fallo que hundió la ley que buscaba abrirle paso a un tercer mandato consecutivo presidencial. Ese hecho va más allá de lo anecdótico y del corto “luto” uribista por la muerte de una estrategia en la que se habían jugado totalmente durante dos años y medio. En realidad evidencia que el uribismo considera que sí es posible seguir adelante sin la persona del hoy Jefe de Estado y que, por lo tanto, el espectro político y electoral no depende directamente de él o sus guiños. Hoy ya no genera frío ni calor si éste o aquel candidato era o no partidario de la reelección, y eso se traduce directamente en la pérdida de influencia y capacidad de convocatoria de la Casa de Nariño para inclinar la balanza electoral hacia tal o cual aspirante de su preferencia.

En cuarto lugar, está claro que la Política de Seguridad Democrática no es un elemento diferenciador de la campaña, pues no sólo todos los que están en la puja por la Jefatura de Estado dicen que van a defenderla y enfatizarla como una política de Estado, sino que las fallas en materia de orden público y seguridad urbana han llevado a casi todos los presidenciables a advertir que son necesarios ajustes y correctivos para hacer frente a las falencias evidentes.

Un quinto elemento básico en el escenario de las campañas presidenciales es que el resultado de las elecciones del pasado domingo está proyectándose como un termómetro de las posibilidades de los distintos aspirantes para pasar la primera vuelta. Es indudable que los guarismos de La U y los conservadores son un viento de cola muy fuerte para Santos y Sanín. Es más, el que la consulta azul haya tenido más votos que la lista al Senado de La U anula la tesis del ex ministro de Defensa en torno a que fue esa colectividad la gran ganadora de los comicios del pasado domingo.

Es claro, también, que Vargas Lleras, Petro y Fajardo salieron debilitados de la cita en las urnas y por más que cada uno de ellos trate de buscarle esguinces y excusas a la debacle, o indique que el coletazo electoral será menor, lo cierto es que la sensación que hoy persiste es que difícilmente los aspirantes de Cambio Radical, el Polo y Compromiso Ciudadano, respectivamente, tienen la suficiente fuerza como para superar a Sanín o Santos en las urnas.

Incluso, calculadora en mano, en las toldas liberales se apuesta a que el buen resultado que esa colectividad logró en los comicios legislativos, en los que mantuvo el volumen de su bancada en el Senado, pese a que ese partido lleva ocho años en la sequía burocrática de la oposición, es una base de votantes que seguramente le garantizará a Pardo ponerse por encima de Vargas, Petro y Fajardo, que poco a poco empiezan a ser vistos más como objetivo del juego de las alianzas en la segunda vuelta presidencial, que se debe realizar en junio.

Y por último, pero no menos importante, es claro que el escenario electoral no ha podido ser perneado por circunstancias que años atrás sí impactaron la campaña e incluso fueron decisivas para inclinar la balanza. Por ejemplo, meses atrás se preveía que el tema de la controversia con el presidente venezolano Hugo Chávez se convertiría en un asunto clave dentro de la puja por la sucesión en la Casa de Nariño. Sin embargo, hoy por hoy la mayoría de los candidatos ha tomado prudente distancia de las polémicas con el mandatario del vecino país, pues saben que los agarrones con éste producen ruido los primeros días pero luego sus implicaciones se tornan peligrosas desde distintas ópticas.

Por igual, el tema Farc ha pasado casi inadvertido en la actual campaña. Si bien la guerrilla trató de sabotear violentamente la antesala electoral, poco daño pudo hacer, salvo por los ataques a la Fuerza Pública y los civiles en Nariño y Cauca. La segunda carta que la subversión se jugó para volverse tema central de la puja proselitista fue el de los secuestrados. Sin embargo, por más que las Farc dilataron la fecha para libertad a dos militares y entregar los restos mortales de un tercero, el asunto finalmente no se concretó. Es más, fue tan evidente que la insurgencia quería atravesarse en la campaña con el asunto de las liberaciones, que al final la mayoría de los candidatos presidenciables y la opinión pública no se dejaron amilanar por el drama humano de los plagiados y sus familias, y optaron por respaldar la actitud drástica del Ejecutivo en torno a que no permitiría un nuevo ‘show’ de la subversión, y menos en plena época proselitista.

Lo que viene

Definido ya el escenario en el que arranca esta campaña relámpago, es necesario entonces entrar a analizar las fortalezas y debilidades de cada uno de los aspirantes en competencia.

Santos, por ejemplo, sabe que si bien arranca la campaña con el viento de cola de las últimas encuestas que lo muestran con el candidato con más preferencias, sabe que los sondeos que realmente empezarán a marcar las tendencias son los que se realicen de ahora en adelante, pues en ellos no sólo se reflejará el impacto de la candidatura conservadora, sino cómo ha caído entre la opinión pública la escogencia de las fórmulas vicepresidenciales.

El resultado de La U en el Senado y la Cámara es, sin duda, un capital político a favor de Santos y de su intención de presentarse como el “elegido” por Uribe para defender y abanderar la continuidad de las políticas gubernamentales. Salido Arias de la competencia, es seguro que el ex ministro de Defensa tratará de comunicar que el “guiño” le corresponde y, por esa vía, tratará entonces de alinear a todo el uribismo más radical detrás de él, en abierta rivalidad con la candidata conservadora que ahora aparece como su mayor y más peligrosa rival.

Sin embargo, hay tres circunstancias que aparecen como los principales obstáculos en la carrera de Santos a la Casa de Nariño. En primer lugar que la sombra del escándalo de los ‘falsos positivos’ lo sigue persiguiendo, sobre todo a nivel internacional, especialmente en Estados Unidos y Europa. En segundo término, que aún no logra disminuir las reservas que algunos sectores uribistas le tienen, razón por la cual estaban apoyando preferiblemente a Arias. Este es un asunto complejo, pues para algunas instancias muy cercanas al Jefe de Estado, el ex ministro de Defensa, que nunca se ha probado en una elección directa y unipersonal, no es prenda de garantía ni fidelidad al cien por ciento. Y en tercer lugar, que el uribismo ya no es una fuerza monolítica, pues no sólo Vargas Lleras se llevó un trozo de la tendencia, sino que el conservatismo demostró tal fuerza política y electoral que ya es imposible plantearle una alianza antes de la primera vuelta.

En cuanto a Sanín, el panorama también tiene ventajas y desventajas. Entre las primeras sin duda alguna está el que es candidata de la colectividad con más potencial electoral probado. De todos los candidatos que siguen en carrera, es la aspirante que más votos sacó en las primarias de su colectividad. Un plante de un millón 100 mil votos no lo puede demostrar ninguno de sus rivales en la contienda por la Casa de Nariño. Asimismo, la ex canciller defenderá las banderas de un partido que hoy se sabe fuerte y con toda la posibilidad de llegar al poder. El haber recobrado esa vocación entre las bases azules, seguramente se verá reflejado en la cita en las urnas en mayo próximo. Otros elementos que seguramente jugarán a su favor tienen que ver con el hecho de ser una mujer, tener un perfil ejecutivo, trayectoria política y electoral probada, origen antioqueño (ahora que en la baraja de presidenciables esa región disminuyó su cuota) y, sobre todo, la capacidad de buscar y conquistar apoyos en otros nichos políticos distintos al conservatismo.

Sin embargo, su principal y más difícil reto es maniobrar con la suficiente inteligencia política para evitar que el Partido pueda verse abocado a una división o disidencias de algunos sectores uribistas radicales. Es claro, por obvias razones, que los tres millones de votos que el conservatismo logró el domingo asegurarán un tiquete para la segunda vuelta sólo si la aspirante logra superar rápidamente las heridas por una campaña interna muy álgida. El hacer una campaña incluyente, que reúna a los demás sectores de la colectividad, debe ser su tarea más inmediata y primordial.

Pardo, a su turno, sabe que sólo en la medida en que la coalición uribista compita entre sí habrá algún chance de que el liberalismo, con el buen resultado que logró en los comicios parlamentarios, se cuele a una segunda vuelta. Sin embargo, se enfrenta al riesgo de que tanto Santos como Vargas Lleras quieren pescar apoyos en las toldas rojas pero sin ‘pagar’ los costos de una alianza oficial al respecto.

El candidato de Cambio Radical, por su parte, salió muy golpeado de la elección de Congreso pero sabe que la caída del referendo reeleccionista y las reservas que produce Santos en algunos sectores políticos, sociales, judiciales y gremiales, le podrían abrir la puerta para entrar a competir eficientemente en la primera vuelta. El problema es que para ello debe entrar a pelear con Santos el abanderamiento de la Política de Seguridad Democrática, a la que el ex senador bogotano dice que llegó primero que el ex ministro de Defensa.

Más complicado termina siendo el panorama para el candidato del Polo, Gustavo Petro. El magro resultado de su partido en las elecciones del domingo pasado y el poco impacto que ha tenido su escogencia de fórmula vicepresidencial (incluso el esposo de Clara López no alcanzó curul en el Senado), le auguran un difícil panorama en la cita en las urnas a finales de mayo. Aunque el ex senador ha insistido en la necesidad de una alianza tempranera en contra de la sucesión uribista en la Casa de Nariño, lo cierto es que ello ya es un imposible y, por lo tanto, el partido de las toldas amarillas podría ser relegado a un quinto punto en la justa presidencial.

Fajardo y Muckus, entretanto, son candidatos con buen perfil y carisma, pero su fuerza parlamentaria es muy débil. Además de ello, es claro que en los próximos 70 días estarán peleando por conseguir votos en los mismos nichos de voto de opinión e independiente, quitándose posibilidades uno al otro.

Como se ve, son muchas las hipótesis y escenarios que se pueden formular con base en la nueva realidad de la campaña presidencial que se deriva de la confirmación de la candidatura conservadora. Sin embargo, sólo con el pasar de los días se irá despejando el panorama y los aspirantes más fuertes se posicionarán de cara a una elección que, en primer término, más que ganar en la primera vuelta tendrá como objetivo descartar a la competencia y abrir el camino a las alianzas para la segunda. Amanecerá y veremos.


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