domingo, 28 de febrero de 2010

Humberto Sierra Porto, el hombre de la ponencia contra el referendo


De ideología liberal, pocas palabras y gusto por el boxeo, el Magistrado limitó el contacto hasta con sus más cercanos amigos que, sin embargo, intuían cuál iba a ser su postura.

Alexey Julio, un magistrado auxiliar de la Corte Constitucional -natural de Maríalabaja, un modesto pueblo de Bolívar-, fue tal vez una de las pocas personas que tuvo libre acceso al magistrado Humberto Sierra Porto, durante los 139 días en los que se enclaustró en su despacho a elaborar la ponencia que le tocó por azar y que acaba de cambiar su historia personal y el rumbo de la política colombiana.

De ideología liberal, pocas palabras y gusto por el boxeo, Sierra Porto limitó el contacto hasta con sus más cercanos amigos que, sin embargo, ya intuían cuál iba a ser su postura en torno al polémico tema y la controversia que armaría en el país político.

"Él representa la continuidad ideológica de la escuela liberal. Es un hombre recto, moderado, apegado a la Ley", dice el ex magistrado Julio César Ortiz.

Y recuerda que fue el jurista Fabio Morón quien lo inició por el sendero del Derecho Constitucional y del respeto por la democracia.

Morón lo adoptó intelectualmente luego de que compartieron por un par de días unas conferencias en Pasto y brincaran luego a Tulcán (Ecuador) a comprar tejidos y artesanías indígenas.

"Ahí lo conocí a fondo. Me pareció disciplinado, controlado, dueño de sus reacciones y propositivo. Y me lo llevé como auxiliar", recuerda el ex magistrado, sin entrar a los terrenos de la ponencia de su pupilo.

También tuvo influencia del profesor Carlos Restrepo Piedrahíta, quien le ayudó a irse a estudiar Ciencias Políticas y Derecho Constitucional a España con una modesta beca: época dura para Sierra Porto.

Allí, pasó afugias económicas que solo le dejaban probar la carne de vez en vez, y recibió una de las más duras noticias de su vida: su padre -un curtido y querido periodista cartagenero, que murió de pie trasmitiendo su programa radial sobre política- tenía cáncer.

Don Hernando Sierra era el patriarca de la familia, conformada por cuatro hermanos, y fue él quien hizo el primer esfuerzo para que su hijo saliera de su natal Cartagena rumbo a Bogotá, a estudiar Derecho.

Tras regresar al país, Sierra Porto fue nombrado Procurador Delegado para la Moralidad Pública.

Era la época de Edgardo Maya Villazón, quien hoy completa la descripción de su ex delegado destacando su reciedumbre de carácter y su defensa del Estado de Derecho.

Y fue precisamente en la Procuraduría (en el 2004), cuando el Consejo de Estado decidió incluirlo en la terna a la Corte.

Tras una breve campaña, Sierra Porto ganó por 51 votos la silla que los uribistas le tenían reservada a su candidata, Consuelo Caldas.

Además de su reputada carrera de constitucionalista purasangre -el único que hay hoy en la Corte- le ayudó el hecho de que varios de los congresistas que votaron por él, habían pasado por sus clases en el Externado y conocían muy bien su hoja de vida.

"Ha tenido la fortuna de estar cerca de políticos, sin mezclarse con la política -dice el columnista y abogado Ramiro Bejarano-. Se puede decir que ha tomado la política como ejercicio o actividad del pensamiento, pero no se ha dejado tentar por ella".

Sus detractores

Pero no todos halagan su rápido ingreso a las ligas mayores de las altas cortes ni tampoco su origen ideológico y entorno.

"Si el Congreso elige a Sierra todo estará perdido", vaticinó un par de semanas antes de su elección, el ex ministro uribista Fernando Londoño tras calificar a Sierra Porto como un simple empleado del ex procurador Maya, este último, detractor de la segunda reelección de Uribe.

Y el ex ministro Londoño fue aún más allá.

Anotó en una de sus columnas que Sierra Porto, "hijo putativo del ex Procurador", hacía parte de "la izquierda unida y de la oposición politiquera y clientelista".

Y añadió que la Corte Constitucional le había arrebatado al Presidente sus poderes.

Sin embargo, Sierra Porto sorprendió a todos votando a favor de la primera reelección del presidente Álvaro Uribe.

Pero él también se sorprendió cuando el destino dejó en sus manos la suerte inicial del referendo que, aunque no obligaba a sus compañeros de Corte a seguirlo, sí era un fuerte precedente dentro de la discusión.

Su vivir modesto y tranquilo con sus dos hijos y su inseparable esposa, Miquelina Olivieri -a quien conoció desde el colegio-, se vio interrumpido por un séquito de escoltas.

Pero ni siquiera eso y la tensión de tener en sus manos una histórica decisión alteraron al joven magistrado que, el 15 de marzo, cumplirá 44 años y que ahora podrá poner en su hoja de vida: asesor de la Cámara de Representantes, litigante, profesor universitario y autor de la ponencia negativa que terminó tumbando el referendo reeleccionista.


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