domingo, 28 de febrero de 2010

90 días de campaña presidencial a todo vapor


Hundido el referendo reeleccionista, la puja por la sucesión del actual Jefe de Estado se acelerará. Crece la expectativa en torno a si Uribe hará o no el “guiño”, cómo impactarán en las candidaturas los resultados de los comicios parlamentarios, el bajo margen de error que tendrán los aspirantes y, tema crucial, cuándo empezarán a relevar sus fórmulas vicepresidenciales.

TRAS EL fallo del viernes pasado en que la Corte Constitucional declaró inexequible la ley que buscaba convocar un referendo reeleccionista, se activó, por fin, la campaña presidencial y el país político se bajó de esa bicicleta estática en la que permaneció montado los últimos dos años y medio.

La confirmación de que el presidente Álvaro Uribe no puede presentarse como candidato a un tercer periodo consecutivo (tampoco alternado) deja, entonces, a los candidatos a sucederlo apenas 90 días para llevar adelante una verdadera campaña electoral. Si bien es cierto que la mayoría de los presidenciables están recorriendo las regiones y exponiendo sus programas y tesis desde hace varias semanas, la incertidumbre que existía en torno a una eventual postulación del Jefe de Estado no ha permitido que la opinión pública se meta de lleno al proceso de escogencia del inquilino de la Casa de Nariño después del 7 de agosto.

Sin embargo, esa campaña contrarreloj tendrá cuatro componentes básicos que, sin duda alguna, determinarán la suerte de cada uno de los aspirantes.

El primer elemento está referido a si el presidente Uribe hará o no un “guiño” a uno de los candidatos que aspiran a sucederlo. Hay dos hipótesis al respecto. La primera señala que al Jefe de Estado no le convendría demostrar públicamente una preferencia por tal o cual aspirante, pues de inmediato no sólo pondría en peligro la ya fisurada coalición uribista, de la cual depende ahora en mayor nivel para poder cerrar por lo alto su mandato de ocho años, sino que correría el riesgo de que en medio de esa división de las huestes gobiernistas candidatos independientes como Sergio Fajardo o los alfiles de la oposición, el liberal Rafael Pardo y Gustavo Petro, del Polo, puedan colarse a una segunda vuelta en los comicios presidenciales.

Quienes defienden esta tesis sostienen que si a Uribe lo que más le interesa es que su sucesor defienda las banderas de la Política de Seguridad Democrática, lo más inteligente que podría hacer es buscar que el candidato de La U, que todo indica será Juan Manuel Santos, y el aspirante único de los conservadores, que según las encuestas de cara a la consulta interna del 14 de marzo, podría ser Noemí Sanín, vayan por separado a la primera vuelta y con base en el arrastre de sus propios nombres y las maquinarias partidistas que los respaldan, luchen por ganarse los dos tiquetes para los comicios definitivos de junio. Ello dejaría, entonces, por fuera a la oposición y a los independientes desde la primera vuelta y la continuidad que tanto anhela el ahora saliente Primer Mandatario tendría más oportunidad real.

Es claro que Fajardo, si bien está posicionado en las encuestas, no tiene una estructura partidista detrás, lo que sin duda alguna significa una desventaja frente a Santos y Noemí, quienes en el peor de los casos pueden asegurar que llegan al día de la primera vuelta con más de un millón de votos de plante. Tanto Pardo como Petro tienen también maquinarias detrás, pero, al menos por lo que reflejan los sondeos de opinión, éstas no les están funcionando del todo. La gran incógnita resultaría el aspirante de Cambio Radical, Germán Vargas Lleras, pues aunque en las encuestas no ha logrado repuntar, su campaña considera que salido Uribe del escenario de las candidaturas, el ex senador bogotano podría arrastrar una parte del electorado uribista que sólo votará por un dirigente de reconocida trayectoria en políticas de mano dura contra la guerrilla.

En ese orden de ideas, bien podrían concluirse que el hecho de que a la primera vuelta lleguen más de cinco candidatos presidenciales con potencial electoral ya probado, termina diseminando los caudales de apoyo y, por ende, favoreciendo la posibilidad de que se pueda pasar a la segunda y definitiva ronda electoral con una votación cercana a los dos millones de votos, un rubro bajo respecto a lo alcanzado por Uribe en las urnas en mayo de 2002 y de 2006.

Así las cosas, hay analistas que insisten en que Uribe no debe hacer señal o “guiño” alguno a los candidatos oficialistas antes de la primera vuelta, y dejar una eventual muestra de apoyo sólo para cuando queden en competencia los aspirantes de La U y el conservatismo de cara a la jornada electoral definitiva de junio.

Contrario a todo ese escenario, hay dirigentes uribistas que consideran que el Presidente de la República debe jugársela ya, pues apenas quedan 90 días de campaña real y urge evitar sorpresas de última hora en las urnas, más aún después de que la popularidad del Jefe de Estado está en declive por cuenta de errores tan costosos e impopulares como la declaratoria de emergencia social y los decretos dictados a su amparo.

En consecuencia, se considera que el Jefe de Estado debe señalar ya al aspirante que más le gusta para continuar su labor después del 7 de agosto y, por esa vía, buscar endosar parte de su apoyo electoral a quien reciba el esquivo “guiño”.

No resbalar

El segundo elemento que será determinante en la campaña presidencial relámpago que se abrió desde el viernes pasado, es que siendo tan corto el tiempo para buscar apoyos y votos, cualquier error o descachada de los candidatos será muy difícil de enmendar en el corto plazo y, por ende, existe una alta posibilidad de que cualquier polémica coyuntural acabe con todo el chance de triunfo. En otras palabras, el que resbale puede que no tenga margen de acción para volver a recuperarse.

Lo ocurrido con la precandidatura del ex ministro Andrés Felipe Arias es una muestra de cómo los escándalos y polémicas pueden minar en cuestión de días o pocas semanas las posibilidades de un aspirante a la Casa de Nariño. En el mundo político se recuerda que a comienzos de este año el aspirante conservador aventajaba en las encuestas a Sanín, pero luego vino un nuevo pico dentro del escándalo sobre los subsidios entregados en el programa Agro Ingreso Seguro (AIS), las denuncias sobre anomalías en la financiación de su campaña electoral así como la polémica surgida cuando, tras conocerse la ponencia negativa para el referendo reeleccionista, prácticamente le planteó a Santos una alianza política.

La suma de todos esos episodios terminó por afectar duramente la imagen de Arias, a tal punto que en cuestión de pocas semanas Sanín no sólo le dio alcance en las encuestas, sino que ahora lo duplica en los sondeos.

Visto lo anterior, es claro que el aspirante presidencial que ‘resbale’ en estos tres meses tendrá muchas dificultades para recuperarse rápidamente y seguir competitivo en la puja por la Casa de Nariño. Un error en los debates, escándalos por anomalías en financiación de las campañas, el riesgo de declaraciones desafortunadas o la exposición de situaciones comprometedoras o de apoyos sospechosos, puede costar muy caro a estas alturas del paseo.

Por sus votos los…

Los resultados de los comicios parlamentarios serán claves para definir el futuro de la campaña presidencial. Hasta el momento está claro que las listas que aparecen con mayores posibilidades son las de La U y el conservatismo. Cada una de esas colectividades cree que el 14 de marzo podrá acercarse a un potencial electoral que les garantice tener entre 20 y 25 curules en el Senado. En las toldas azules, además, se espera que el arrastre de la consulta interna para escoger candidato presidencial único ofrezca un impulso adicional a la votación parlamentaria.

Es claro que Fajardo la tiene muy difícil en los comicios del Legislativo, pues la lista al Senado que lanzó no ha impactado y se ve muy complicado que puedan superar el umbral electoral, que se calcula estaría por encima de los 280 mil votos. Es decir que colectividad que no logre ese piso mínimo no entrará en la repartición de los curules.

Por los lados de los liberales, tanto sus directivas como Pardo insisten en que, como mínimo, igualarán los resultados de los comicios parlamentarios en marzo de 2006.

Si ello es así, deberían asegurar por lo menos 18 escaños en el Senado. No menos complicado es el panorama en el Polo Democrático, ya que la división de las toldas amarillas ha llevado a que ni Petro le marche con decisión a impulsar las candidaturas de su partido al Senado y la Cámara, ni a que los aspirantes y directivas se metan de lleno a la campaña para la Casa de Nariño. En el mejor de los casos el Polo podría salvar en las urnas unas ocho curules en el Senado. Actualmente este partido tiene una decena de congresistas en la cámara alta, pero se ve muy complicado que pueda emular una votación como la de 2006. Además, en esa época el arrastre de la candidatura presidencial de Carlos Gaviria Díaz fue clave para sacar escaños congresionales.

Cambio Radical, bajo la directriz de su candidato Vargas Lleras, puede que no alcance a reeditar las 15 curules que hoy tiene en el Senado, debido a que varios de sus congresistas se deslizaron para La U en la época de la amnistía al voltearepismo, pero es claro que se trata de un partido muy efectivo a la hora de sumar caudales electorales.

En lo que hace al partido Verde Opción Centro, que lideran los ex alcaldes capitalinos Luis Eduardo Garzón, Enrique Peñalosa y Antanas Mockus, es incierto qué pasará con su lista al Senado, que encabeza la ex concejal Gilma Jiménez. Sin embargo, el perfil de los tres ex burgomaestres, que el mismo día de las parlamentarias se medirán en consulta interna para escoger al candidato presidencial, podría dar la sorpresa el próximo 14 de marzo y dejar a uno de ellos como aspirante a tener en cuenta en la recta final de la campaña para la primera vuelta.

Es claro, entonces, que los potenciales electorales que cada partido saque en los comicios para Congreso terminarán siendo claves para medir la viabilidad real de las aspiraciones presidenciales de los candidatos de cada colectividad. Una baja votación sin duda alguna influenciaría a la hora de definir alianzas, adhesiones e incluso cálculos sobre la escogencia de fórmulas vicepresidenciales.

La carta de los vices

Esa escogencia, precisamente, constituye el cuarto elemento sustancial de la puja presidencial relámpago de tres meses que se avecina. Hasta el momento ninguno de los aspirantes más importantes ha revelado cual será su segundo a bordo. Según los propios estrategas de esas campañas, esa decisión estaba pendiente de la forma en que la Corte Constitucional definiera la suerte del referendo reeleccionista.

Surtido este paso el viernes pasado y conocida ya la declaratoria de inexequibilidad de la ley, entonces es dable pensar que en el todos contra todos, los candidatos empezarán a designar a sus fórmulas vicepresidenciales con el objetivo de sumar más apoyos o suplir algunos de los puntos débiles que tienen.

Según analistas, es muy difícil que las cartas se empiecen a destapar antes de los comicios parlamentarios. Es claro, como se dijo, que los resultados de esa jornada electoral serán claves para definir alianzas o determinar si las adhesiones van en uno u otro sentido.

Hasta el momento se ha hablado de que entre la baraja de la mayoría de candidatos hay nombres de dirigentes costeños y antioqueños, e incluso de prestigiosas mujeres, pero todo sigue en el campo de la especulación y las ‘cortinas de humo’. Además, es seguro que más de una campaña no hará ningún movimiento hasta que las rivales empiecen a destapar sus respectivas designaciones vicepresidenciales.

Como se ve, serán 90 días a todo vapor. Si bien es imposible recuperar el tiempo perdido por la incertidumbre reeleccionista, es claro que no hay opción distinta a aprovechar cada segundo de los 90 días que restan para la votación en primera vuelta el 30 de mayo. Las campañas publicitarias se redoblarán en las próximas semanas y los congresistas serán más activos en el apoyo a los presidenciables, una vez pasen los comicios del 14 de marzo. Por ahora lo único que queda es esperar a que los candidatos se empiecen a medir con más decisión frente a sus rivales y que poco a poco la opinión pública comience a conocer de propuestas y programas ofrecidos, de forma tal que las épocas de la ‘bicicleta estática’ en que estaba montado el país político queden atrás y, por fin, Colombia deje de hablar de la suerte del presidente Uribe y el referendo.


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