lunes, 14 de diciembre de 2009

6 temores infundados sobre la amenaza chavista


En la campaña electoral colombiana se habla más del vecino país que de los temas locales. Si bien hay riesgos y preocupación, no pocos analistas advierten que el uribismo reeleccionista está sobredimensionando los peligros y creando hipótesis que, vistas fría y objetivamente, no tienen mayor piso. Aquí las principales.

1. IMPACTO CHAVISTA EN COLOMBIA. De lo poco que han dejado en claro las encuestas del último año es que la persona más impopular en Colombia es, precisamente, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Esa percepción se extiende a lo largo del espectro político. Es decir, que tanto personas de izquierda y centro como de derecha no ven en el mandatario del vecino país un líder a copiar o imitar. Todo lo contrario, produce desconfianza y hasta temor. Es más, es creciente la tendencia en la opinión pública a criticar su estilo de gobierno, no sólo por sus posturas a favor de las Farc, sino por las medidas que ha tomado para afectar la propiedad privada, el comercio binacional y el libre tránsito de personas y mercancías en la zona fronteriza. No se trata de percepciones en abstracto, sino de situaciones que los colombianos resienten directa o indirectamente, dado la cercanía social y económica con el vecino país.

2. POSIBLE INJERENCIA ELECTORAL. Es claro que cualquier candidato o partido colombiano que se asocie al nombre de Chávez en estos momentos, lo que hace es ponerse a cargar un ‘piano’ muy pesado. El propio Polo Democrático, que ha sido sin duda la colectividad que más se acercó al gobierno venezolano en el pasado, ha tratado en los últimos meses y semanas de marcarle diferencia y distancias al régimen chavista. Es más, la propia izquierda colombiana no admite que la comparen con la línea política del presidente Chávez, puesto que esa emulación no sólo es impopular y de nula rentabilidad política, sino porque muchos califican al mandatario del vecino país como “loquito con poder” y “líder tropical”. En últimas, Chávez no abona ni jalona votos a ningún candidato en Colombia. Por lo mismo, los movimientos políticos bolivarianos en nuestro país son marginales y sin ningún eco electoral, pese a los rumores sobre giros de petrodólares. Tienen un candidato presidencial que nadie conoce. Además, una reciente encuesta de la revista Credencial evidenció que el grueso de los colombianos se ubican e identifican como de centro-derecha, al otro extremo de lo que representa Chávez.

3. ALIANZA RENTABLE CON FARC. Si hay algo más impopular que Chávez en Colombia son las Farc. El nivel de apoyo a su ideario y su accionar armado es menos que ínfimo. En otros países, el ‘socialismo del siglo XXI’ encontró caldo de cultivo porque la opinión pública estaba polarizada entre quienes propendían por la ‘revolución’ política, económica y social y los que se oponían a ella. En Colombia no hay tal puja radical, nadie defiende o se identifica el discurso y accionar de la guerrilla. Por el contrario, crece la percepción de que ésta es cada día más marginal, que acude al terrorismo y los peores crímenes como única fórmula para demostrar un poder militar que no tiene y, como si fuera poco, que sus comandantes terminaron en Venezuela para evitar ser abatidos o capturados en nuestro país. Chávez sabe que mencionar el tema Farc, organización desprestigiada y repudiada en todo el mundo, sólo le trae problemas y le da argumentos a la oposición interna, EU y otros países para seguir atacándolo. De allí que, últimamente, al menos públicamente, evite siquiera mencionarla.

4. INMINENCIA DE UNA GUERRA: todos los analistas coinciden en que las referencias de Chávez a que podría desatarse un conflicto bélico entre Colombia y Venezuela, hacen parte más de un discurso incendiario y provocador, que de un plan objetivo y real para lanzarse una guerra contra nuestro país. Es claro que Chávez utiliza el tema de que los “gringos van a invadir a Venezuela desde las bases colombianas”, como fórmula para alebrestar el nacionalismo de sus compatriotas y contener por esa vía la acelerada caída de su popularidad, el desgaste de sus programas de asistencia y populismo social (debido a los problemas fiscales y la menor rentabilidad petrolera) y la forma en que la oposición empieza a tomar más eco, pese a las medidas de facto para acallar focos críticos en gobernaciones, alcaldías, prensa, poder judicial… Entre los propios venezolanos, la posibilidad de una guerra con Colombia no tiene el menor apoyo y es claro que muchos de los países aliados de Chávez no lo acompañarían en injustificable aventura militar de ese calado.

5. URIBE ES EL ÚNICO GALLO CONTRA CHÁVEZ. Nadie niega que el presidente colombiano es abanderado nacional de la Política de Seguridad Democrática y el mandatario venezolano lo ve como su contraparte regional. Sin embargo, creer que si Uribe no se reelige toda esa estrategia se echará para atrás, es un temor infundado, pues a nadie en sus cinco sentidos propondría tal disparate. Además, salvo el aspirante del Polo, todos los candidatos y precandidatos presidenciales colombianos han reafirmado que mantendrán el acuerdo militar con Estados Unidos, e incluso algunos proponen profundizarlo aún más. Por igual, el riesgo mayor o menor que Chávez representa para nuestro país, ya es un asunto de seguridad nacional, es decir de rango estatal, que obliga a actuar de determinada manera al mandatario de turno.

6. OBAMA, TIBIO CON URIBE, BLANDO CON CHÁVEZ: si algo quedó claro en el discurso del presidente norteamericano al recibir el Premio Nobel de Paz la semana pasada, es que no le teme a tomar decisiones sobre el uso de la fuerza y la necesidad en algunos casos de tener que ir a la guerra. Puede que el discurso público de la Casa Blanca sea de tono conciliador y que quiera distensionar las relaciones con Chávez, pero lo que es claro es que Obama avala el acuerdo militar con Colombia y su Departamento de Estado considera la alianza con Bogotá como estratégica y prioritaria. Además, ya siente la presión de los Republicanos, que le insisten en no descuidar a nuestro país ni permitir la menor agresión política, diplomático o de otro tipo. Eso lo sabe Chávez, los países del ALBA y todo el continente, y no lo pierden de vista un segundo.


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