miércoles, 11 de marzo de 2009

A que me hago echar, a que no le hago ese favor…


En otras circunstancias Santos, Rivera y Petro serían excluidos de sus cargos o partidos, pero en medio del ajedrez de la campaña hacerlo sería el equivalente a darles la patadita de la buena suerte

A primera vista no parece de sentido común la forma en que algunos dirigentes políticos o altos funcionarios asumen posturas que en cualquier otra circunstancia darían para que fueran excluidos de sus respectivas colectividades partidistas o del cargo que desempeñan, pero pese a ello, por más movidas hacen para llevar a su retiro forzado, quienes pueden dar esa orden se abstienen de hacerlo.

¿Por qué? Sencillo, por pura y simple estrategia política, más aún en medio del arranque de la campaña presidencial para 2010 y cuando cada uno de los aspirantes a la sucesión en la Casa de Nariño busca posicionarse lo mejor posible en el partidor de las candidaturas, el impacto mediático y las encuestas.

Por ejemplo, en el liberalismo está el caso del ex senador y ex precandidato presidencial Rodrigo Rivera, quien regresó al país hace pocos meses y desde que arribó no ha hecho cosa distinta que acercarse al uribismo, al punto que hoy no sólo es ferviente defensor de la segunda reelección presidencial sino que podría ser una de las cartas que el Jefe de Estado -en caso de que no aspire a un tercer mandato consecutivo- se podría jugar como fórmula de sucesión. Incluso, el dirigente risaraldense ha sonado para encabezar una lista uribista al Senado, como posible presidente de La U y hasta eventual fórmula vicepresidencial del candidato presidencial oficialista…

Pese a esa actitud de rebeldía frente a la línea de oposición y anti-reelección en que está matriculado el liberalismo, el jefe único de la colectividad, el ex presidente César Gaviria, se ha cuidado mucho de excluir a Rivera del partido, aunque varios parlamentarios y sectores rojos le han pedido -literalmente- que lo “eche” de la colectividad, no sólo por su actitud pro-uribista sino porque empieza a tener eco en algunos congresistas y directorios seccionales, lo que podría llevar a un riesgo de división.

Sin embargo Gaviria parece ser muy consciente de que expulsar a Rivera sólo favorecería las aspiraciones políticas del ex senador, ya sea dentro del uribismo o en una eventual escisión liberal. De allí que prefiera no ‘hacerle ese favor’.

“No estoy diciendo que lo estamos expulsando, pero que se está colocando por fuera del Partido, no hay la menor duda", afirmó recientemente Gaviria. Y reiteró que Rivera podrá hacer política dentro del liberalismo cuando "deje en claro su oposición a la reelección del presidente Uribe y su pertenencia a la oposición".

Pulso en el Polo

Igual situación se presenta en el Polo Democrático. Allí el reelegido presidente de la colectividad, Carlos Gaviria Díaz, tampoco quiere ‘hacerle el favor’ a Gustavo Petro de echarlo del partido, pese a que el congresista no sólo entró en franca ‘rebeldía’ frente a la cúpula de las toldas amarillas sino que incluso no descarta fundar su propio movimiento y lanzar su candidatura presidencial respaldado por firmas y sectores independientes.

"… si (Petro) espera que lo expulsen es un reto que nadie le va a aceptar. Al menos promovida por mi, nunca ocurrirá la expulsión del doctor Petro del partido. De ninguna manera", advirtió esta semana Gaviria Díaz, frente a las nuevas críticas del congresista y su reiterada amenaza de montar toldo aparte.

Es obvio que sacar del Polo a Petro sólo le daría un golpe de impacto mediático, político y electoral al congresista, y dejaría mal parado al partido. Por lo mismo Gaviria Díaz insiste en que tanto el parlamentario como el ex alcalde Luis Eduardo Garzón tienen derecho a seguir en la colectividad pero respetando las reglas y línea programática definida por las mayorías. En otras palabras, que si quieren ir, que se vayan, pero que nadie los va a echar, por más que hagan ‘mérito’ para ello.

Santos vs. Uribe

Algo parecido, aunque en un marco circunstancial diferente, pareciera ser lo que le está pasando al presidente Uribe con el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, quien en las últimas tres semanas ha creado tantas controversias nacionales e internacionales que bien darían para que, en otro escenario político, hubiera sido sacado del cargo de manera fulminante.

Sin embargo, tanto en el caso de sus declaraciones a favor de liquidar el DAS como en las afirmaciones sobre la legítima defensa como justificación para atacar a grupos terroristas que atacan sistemáticamente desde el otro lado de la frontera, sumando a ello la insólita petición pública de la cúpula militar para convocar el consejo superior de seguridad nacional, el Jefe de Estado se ha cuidado de pedirle la renuncia a Santos. Es más, pese a la gravedad de las controversias generadas por el ministro y la interpretación nacional e internacional en torno a que éste lo está poniendo contra la pared, Uribe optó por bajarle el tono a la polémica, lo ratificó en el cargo y hasta le pidió que permanezca en él hasta el último minuto posible.

Para la mayoría de los analistas es claro que el ministro de Defensa ya está en trance de candidatura presidencial y que sacarlo ahora del cargo como producto de sus afirmaciones, estando de por medio el tema Farc y los nexos de ésta en Ecuador y Venezuela, sería tanto como poner a Santos en la primera línea del partidor presidencial, ya que nada más taquillero en materia política y electoral que la lucha sin cuartel contra la guerrilla y sus complicidades allende de las fronteras.

Es claro que en medio de una puja entre los presidenciables uribistas por ver quién puede enarbolar y representar con mayor credibilidad la política de seguridad democrática, el que demuestre más ‘mano dura’ podría ganar cierto terreno electoral.

Como se ve, así como Gaviria Trujillo no quiere darle la ‘patadita de la buena suerte’ a Rivera, como tampoco Gaviria Díaz en el caso Petro, el presidente Uribe (que todavía no ha renunciado a una segunda reelección) también se abstiene de darle a Santos el golpe mediático, político y electoral que éste busca para lanzar su campaña presidencial. Cuestión de lógica… política.


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