El liberalismo en los últimos seis años de gobierno uribista ha tenido posiciones muy claras frente a la opinión pública, que nos han permitido recuperar una identidad propia frente a las bases liberales y los ciudadanos en general. Son los tiempos de la coherencia ideológica y política de unas minorías serias, disciplinadas y con ética y no de las mayorías de antes amorfas, indoctrinarias y alejadas de los principios morales que deben orientar una organización partidista. El partido con responsabilidad ha fijado posiciones con argumentos que muchas veces el presidente Uribe pretende descalificar con agravios personales. Los cuestionamientos a la Ley de Justicia y Paz y el proceso de negociación con los paras; la oposición frontal al proyecto de acto legislativo que recorta las transferencias a las regiones; los debates de control político ante graves hechos de corrupción al interior del gobierno; el hundimiento de la inconveniente reforma a la justicia; el impulso liberal a la reforma política con “silla vacía” incluida y a la ley de víctimas que tiene pendiente su último debate en la plenaria de la Cámara de Representantes; el apoyo incondicional a la tarea de la justicia en el proceso de la “parapolítica”; las críticas a políticas públicas como las de salud o infraestructura, son actitudes que la colectividad asumió con decisión y en el marco de una oposición al gobierno para construir una alternativa de poder en Colombia.
Asimismo respaldamos en el Congreso la política de seguridad y los innegables avances alcanzados en esta materia y hasta el controvertido Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. En este contexto una posición inmodificable del liberalismo durante estos años ha sido la defensa de los principios esenciales de la Constitución del 91, seriamente amenazados por este gobierno, como son el equilibrio de poderes, la descentralización, la alternación en el ejercicio del poder, en fin, la democracia misma. La reelección rompe estos principios y por eso nos opusimos, antes a la reelección por un periodo más, y ahora a lo que significa en la práctica la reelección indefinida que acaba con el sistema de pesos y contrapesos y con una tradición de seriedad y estabilidad de nuestro sistema democrático. De la mano de la obsesión presidencial por perpetuarse en el poder, nos convertimos de manera acelerada en una de las repúblicas bananeras de Latinoamérica, después de ser nación modelo de estabilidad institucional.
La defensa de la democracia y del equilibrio institucional de este país son entonces una convicción profunda del partido liberal y no la simple oposición a la reelección de una persona. Ese es el mensaje que llevaremos desde muy temprano este año a nuestros compatriotas, con la buena noticia que el proceso de selección del candidato liberal comenzará desde ya y en el mes de junio tendremos un vocero de las tesis liberales para las elecciones presidenciales del 2010, independientemente de qué pase con el viciado referendo, qué puestos más ofrezca el gobierno a las versiones modernas de Yidis y Teodolindo, qué atropellos más se cometan contra la ley y la constitución, qué guiños nuevos haga Uribe. La decisión de adelantar la consulta demuestra vocación de poder, ganas de plantear propuestas y de construir una opción política distinta sin complejos ni temores. El liberalismo había pasado del complejo de mayoría de hace unos años, cuando asumíamos que éramos mayoría automática y absoluta en este país, así hiciéramos mal las cosas, al complejo de minoría arrinconada de la era uribista, así hagamos las cosas bien y el gobierno mal. Ni lo uno ni lo otro. Eso debemos ser capaces de transmitirlo hoy a unos ciudadanos que votan libremente y que esperan propuestas concretas, conductas éticas de sus dirigentes, compromiso real con la gente, coherencia política y amor por el país para trabajar en su futuro.
La consulta de junio nos permite derrotar ese complejo frente a Uribe, salir a las plazas públicas y los medios de comunicación a proponer durante este semestre, recorrer el país entero para escuchar al pueblo y dialogar con él, definir con antelación de manera democrática, con más de 2 millones votos en la consulta, un candidato con toda la legitimidad para buscar la jefatura del estado en nombre del liberalismo o de una coalición amplia que se podría consolidar más adelante con distintas fuerzas políticas y sectores independientes del país. Con esta decisión el liberalismo toma la delantera, algo que no pueden hacer los sectores uribistas que deben seguir pendientes de la voluntad del caudillo. La política no se puede paralizar, el país no se puede frenar, simplemente esperando decisiones de una persona. El liberalismo de la mano del expresidente Gaviria no lo hizo y arrancamos una etapa interna interesante, movida, dinámica, con posibilidades amplias para todos quienes aspiren a llevar nuevamente las ideas liberales al Palacio de los Presidentes.
Asimismo respaldamos en el Congreso la política de seguridad y los innegables avances alcanzados en esta materia y hasta el controvertido Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. En este contexto una posición inmodificable del liberalismo durante estos años ha sido la defensa de los principios esenciales de la Constitución del 91, seriamente amenazados por este gobierno, como son el equilibrio de poderes, la descentralización, la alternación en el ejercicio del poder, en fin, la democracia misma. La reelección rompe estos principios y por eso nos opusimos, antes a la reelección por un periodo más, y ahora a lo que significa en la práctica la reelección indefinida que acaba con el sistema de pesos y contrapesos y con una tradición de seriedad y estabilidad de nuestro sistema democrático. De la mano de la obsesión presidencial por perpetuarse en el poder, nos convertimos de manera acelerada en una de las repúblicas bananeras de Latinoamérica, después de ser nación modelo de estabilidad institucional.
La defensa de la democracia y del equilibrio institucional de este país son entonces una convicción profunda del partido liberal y no la simple oposición a la reelección de una persona. Ese es el mensaje que llevaremos desde muy temprano este año a nuestros compatriotas, con la buena noticia que el proceso de selección del candidato liberal comenzará desde ya y en el mes de junio tendremos un vocero de las tesis liberales para las elecciones presidenciales del 2010, independientemente de qué pase con el viciado referendo, qué puestos más ofrezca el gobierno a las versiones modernas de Yidis y Teodolindo, qué atropellos más se cometan contra la ley y la constitución, qué guiños nuevos haga Uribe. La decisión de adelantar la consulta demuestra vocación de poder, ganas de plantear propuestas y de construir una opción política distinta sin complejos ni temores. El liberalismo había pasado del complejo de mayoría de hace unos años, cuando asumíamos que éramos mayoría automática y absoluta en este país, así hiciéramos mal las cosas, al complejo de minoría arrinconada de la era uribista, así hagamos las cosas bien y el gobierno mal. Ni lo uno ni lo otro. Eso debemos ser capaces de transmitirlo hoy a unos ciudadanos que votan libremente y que esperan propuestas concretas, conductas éticas de sus dirigentes, compromiso real con la gente, coherencia política y amor por el país para trabajar en su futuro.
La consulta de junio nos permite derrotar ese complejo frente a Uribe, salir a las plazas públicas y los medios de comunicación a proponer durante este semestre, recorrer el país entero para escuchar al pueblo y dialogar con él, definir con antelación de manera democrática, con más de 2 millones votos en la consulta, un candidato con toda la legitimidad para buscar la jefatura del estado en nombre del liberalismo o de una coalición amplia que se podría consolidar más adelante con distintas fuerzas políticas y sectores independientes del país. Con esta decisión el liberalismo toma la delantera, algo que no pueden hacer los sectores uribistas que deben seguir pendientes de la voluntad del caudillo. La política no se puede paralizar, el país no se puede frenar, simplemente esperando decisiones de una persona. El liberalismo de la mano del expresidente Gaviria no lo hizo y arrancamos una etapa interna interesante, movida, dinámica, con posibilidades amplias para todos quienes aspiren a llevar nuevamente las ideas liberales al Palacio de los Presidentes.
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