domingo, 12 de julio de 2009

Recesión y pobreza


¿Qué ha pasado con la pobreza en Colombia? Desde mediados del 2006 el Gobierno decidió no publicar estas estadísticas. La razón es obvia. No le conviene porque, a pesar del maquillaje, “ajustes técnicos” y demás trucos metodológicos, como ocurrió con la medición del desempleo, le es imposible tapar el sol con las manos sobre la verdadera miseria que viven millones de colombianos. Basta mencionar la situación de los desplazados, fenómeno que lejos de disminuir bajo el gobierno de la “seguridad democrática”, ha aumentado; y aún cuando se busque esconderlo demandando penalmente a los líderes de esta población víctima y olvidada por el Estado, la protesta de algunos de estos colombianos desvalidos ante la Procuraduría esta semana, se encargó de recordárnoslos. Como si fuera poca la inatención y desprotección a sus líderes perseguidos y asesinados, el cinismo presidencial ha llegado al extremo de utilizar a las víctimas de la violencia con fines electorales, entregándoles personalmente la reparación, cuando sólo días antes había sepultado la Ley de víctimas en el Congreso de la República. Tan destrozada ha dejado la institucionalidad del país este mandatario que no ha habido órgano del Estado que ponga coto a esta situación, la cual a todas luces continuará, pues ya anunció, antes de viajar al exterior, que entregará otros subsidios a víctimas de la violencia. El señor del Ubérrimo continúa actuando como si se tratase de su finca y de sus propios recursos, en actos que sin duda le reportan amplios beneficios electorales como ocurre con los subsidios a familias en acción. Los simples números crecientes de los cobijados por este programa, como ha señalado la senadora Cecilia López, son elocuentes sobre la verdadera situación de pobreza que se pretende negar.

Pero no sólo los desplazados están en situación de miseria; como hace un tiempo denunció la Conferencia Episcopal, miles de colombianos en el Chocó y en muchos municipios a lo ancho y largo de la geografía nacional experimentan hambre, pero su drama no aparece en los discursos y ahora ni siquiera en las estadísticas oficiales. Si estos fenómenos resultaron inocultables aún en los años de bonanza en que los excelentes términos de intercambio y la demanda exterior contribuyeron ampliamente al crecimiento, qué puede esperarse de la recesión en curso cuyos efectos sobre el empleo y los más pobres son devastadores.

El ministro de Hacienda ha intentado disfrazar la situación real de la economía por diversos medios. Primero adujo que estaba blindada; al conocerse las cifras de inversión extranjera de 2008 afirmó que eran prueba de la gran confianza en la economía. Poco significado tenía la postración de la industria y las bajas tasas de crecimiento de la construcción y demás sectores con excepción de servicios financieros y minería; cabe aclarar, la gran minería de propiedad de las trasnacionales pues la situación de la pequeña minería es por el contrario crítica. Lo que importaba es que a aquellos para quienes gobierna les estaba yendo tan bien que en 2008 uno de cada cuatro dólares de las exportaciones totales del país se destinaron a girar utilidades y dividendos de los inversionistas extranjeros. ¡Cómo no argumentar confianza! Evidentemente para esos agentes no existe recesión y ellos sí resultaron blindados, al igual que el sector financiero, cuyas ganancias aún en coyuntura recesiva no cesan de multiplicarse. Mientras tanto otros humildes colombianos deambulaban por el territorio nacional desposeídos de todo bien y en situación de extrema vulnerabilidad, al tiempo que el gobierno les negaba atención y se la brindaba y muy especial, a ciertos sectores como los palmeros cuyas propiedades al amparo oficial se han ampliado ostensiblemente según diversos analistas. Paralelamente muchos otros colombianos sufrían el desempleo y la reducción del consumo. Ante la evidente caída del producto del primer trimestre de este año el ministro Zuluaga negó que la economía estuviese en recesión, pues el crecimiento de este trimestre frente al último de 2008 fue 0,2%. Lo cierto es que aún bajo su particular definición “técnica” de recesión, si se excluye al sector financiero y la minería, la economía colombiana vive una recesión pues el PIB real habría caído 0,15%. Pero esta perorata para distraer sobre los reales problemas no logra esconder la situación de desempleo, de decaimiento de la industria y el pobre crecimiento de otros sectores y lo más grave, la caída del consumo de los más pobres, así como de la demanda agregada y la inversión.

Algo tienen que ver estas suertes tan ajenas del sector financiero, la gran minería y el resto de la economía. Que la actividad industrial caiga tiene múltiples causas, entre ellas la recesión mundial; pero igualmente es inequívoca la responsabilidad del componente financiero. Aún cuando las tasas de captación y colocación disminuyeron, el margen de intermediación aumentó entre el primer trimestre del 2008 y el de 2009, según propias fuentes oficiales. Que el sector financiero obtenga utilidades es deseable, pero derivadas de una verdadera contribución al proceso de ahorro –inversión de la economía, lo que está muy lejos de suceder. No es gratuito que éste haya crecido 7,9% entre el primer trimestre de 2008 y 2009 al tiempo que la cartera vencida se ampliaba en 33,9%. Y mientras sus utilidades crecían 21% el PIB manufacturero caía 7,9% Los abusos del sector frente a los usuarios del sistema y sus elevados márgenes de intermediación están en la base de sus exorbitantes ganancias de los últimos años y del deterioro distributivo, al haber aumentado ostensiblemente la participación del capital en el valor agregado sectorial en contra del trabajo de 48,2% al 58,4% entre 2002-2007. Todo ello amparado en políticas oficiales que no cesan de favorecerlo inclusive con los subsidios a la compra de vivienda para enfrentar la recesión sin que importen las evidencias sobre sus elevados y crecientes márgenes de intermediación. Y ni hablar de la gran minería, verdaderos enclaves, cuya real contribución a Colombia en generación de empleo, de riqueza y destrucción del medio ambiente resultan lamentables. Grave pobreza e iniquidad son la impronta de este gobierno ilegítimo.


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