domingo, 15 de marzo de 2009

Campaña para Congreso: un laberinto electoral


La puja por conquistar las curules de Senado y Cámara en marzo de 2010 arrancó tempraneramente. El voto castigo por la parapolítica y la racha de escándalos, la estrategia uribista para ubicar alfiles en todos los partidos, los presidenciables que terminarán buscando escaño, el desgaste por las citas previas a las urnas, el partido único uribista y la ausencia de pesos pesados, los elementos de una competencia sin precedentes. Análisis.

LA CAMPAÑA electoral para los comicios de Congreso ya empezó y los primeros movimientos permiten visualizar que no sólo apunta a ser una de las más reñidas sino que, a la par, seguramente generará un reacomodamiento profundo del mapa político.

Si bien es cierto que los estrategas en temas proselitistas siempre recomiendan que es mejor hacer una campaña corta antes que exponerse a una larga, en donde el riesgo de desgaste es mayor y entran a jugar muchas variables exógenas al perfil, carisma y propuestas del candidato en cuestión, la incertidumbre en torno a si el actual Jefe de Estado buscará un tercer periodo consecutivo en la Casa de Nariño está llevando a un escenario en donde la puja por llegar o controlar el Congreso tiene una imbricación muy alta frente al juego de las aspiraciones a la Presidencia de la República.

Las pruebas de ello están a la vista. Entre los precandidatos presidenciales uribistas hay tres ex ministros y uno más (Juan Manuel Santos) en trance de serlo. La semana pasada salió del gabinete Juan Lozano con la misión de liderar una lista, muy seguramente la de Cambio Radical, que asegure un Congreso más afín con las políticas del gobierno Uribe en materia de seguridad democrática, cohesión social y confianza inversionista. Por igual también se produjo la dimisión del alto comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, con el encargo de hacerse elegir como nuevo presidente del partido de La U, reconstruir esa colectividad (una de las más golpeadas por la parapolítica) y confeccionar una lista fuerte para Senado y Cámara. También dejó las oficinas de la Casa de Nariño el controvertido asesor presidencial José Obdulio Gaviria, quien sale con la tarea de promover el referendo reeleccionista y defender las tesis uribistas para asegurar su continuidad en las principales instancias de poder político.

A diferencia de lo que ocurrió en 2002 y en 2006, los ejercicios electorales antes de llegar a los comicios de la primera vuelta presidencial en mayo no sólo serán más sino que implicarán una dura competencia entre los precandidatos y luego candidatos a la Jefatura de Estado por contar con el apoyo del mayor número de congresistas en trance de reelección o aspirantes a llegar por primera vez a un escaño en el Capitolio.

En primer lugar, están las consultas internas de los partidos para escoger sus respectivos candidatos presidenciales únicos. Inicialmente estaban programadas para julio pero esta semana el Consejo Nacional Electoral las aplazó hasta septiembre. Es decir que faltando apenas seis meses para los comicios parlamentarios, el país estará más centrado en la puja de los aspirantes a suceder a Uribe (o a competir con él), que en las campañas para Congreso.

Ahora, si el Senado -como parece probable- le da el visto bueno a la ley de pide convocar el referendo reeleccionista, los cálculos indican que hacia septiembre u octubre la Corte Constitucional podría estar emitiendo su fallo sobre la exequibilidad o no de la norma. En caso de que sea positivo, la cita en las urnas se haría en diciembre. En otras palabras, faltando apenas dos meses y medio para los comicios parlamentarios, la opinión pública estaría imbuida en el tema Uribe que, como está demostrado, tiende a opacar el resto de la agenda nacional, por crítica o impactante que ésta sea.

Pero, incluso, si el referendo no llegara a ser aprobado en el Congreso, o se cayera en la Corte Constitucional, es claro que el presidente Uribe -ya entonces de salida- condicionaría su guiño electoral a que las facciones uribistas realicen una consulta interpartidista para escoger a un candidato único que se enfrente al aspirante liberal, el del Polo y las opciones independientes, o al que pudiera salir de un acuerdo político o una justa en las urnas entre éstos últimos.

Sea cual sea la situación, los voceros de los partidos consideran que esa consulta interpartidista de los uribistas y -si hay acuerdo- de la oposición para escoger sus candidatos únicos podría llevarse a cabo en diciembre, enero o, incluso, el mismo día de los comicios parlamentarios. En conclusión, la campaña presidencial no sólo condicionará la del Congreso sino que apunta a desplazarla y subordinarla sustancialmente.

Alfiles uribistas

Vista la última semana, los analistas sostienen que el Jefe de Estado, cual estratega militar, está ubicando sus ‘coroneles’ políticos en los principales campos de ‘batalla’ electoral, con el ánimo, según sea el caso o la coyuntura, de influenciar, dividir o unificar criterios y apoyos a su causa continuista.

Así, el ex ministro Andrés Felipe Arias ya es precandidato presidencial en el conservatismo; Lozano arriba a Cambio Radical, en donde el pulso entre los bloques reeleccionista y vargasllerista es cada día más notorio; Restrepo es enviado a La U y no pocos observadores ven allí una jugada de la Casa de Nariño para frenar la influencia y capacidad de arrastre que pueda llegar a tener Santos cuando se lance como precandidato presidencial.

De tiempo atrás, el ex senador Rodrigo Rivera está moviéndose en las toldas liberales con el objetivo de alinderar en el uribismo o en la causa reeleccionista a un sector importante de ese partido opositor. Si bien no hay ningún ‘coronel’ uribista en el Polo, es claro que la división ideológica y política en esta colectividad se centra, básicamente, en la puja de poderes entre los dirigentes del ala moderada (que piensan más en el pos-uribismo y en ubicarse para ello en el centro del espectro político) y los de la radical (que son anti-uribistas férreos y consideran que deben afincarse aún más en la izquierda).

Ni siquiera los partidos uribistas minoritarios (Alas-Equipo Colombia, Colombia Viva, Colombia Democrática y Convergencia Democrática) se han escapado del influjo de las movidas electorales palaciegas. Por ejemplo, se sabe que son altos funcionarios del Gobierno los que han estado promoviendo la idea de crear un nuevo partido presidencial, que no sólo confeccione una lista muy fuerte al Senado encabezada por varios de los ‘alfiles’ uribistas, sino que se encargue de atraer a los congresistas de La U, Cambio Radical, el conservatismo e incluso del liberalismo que estén dispuestos a apartarse de la disciplina de sus respectivas colectividades y respaldar contra viento y marea el referendo reeleccionista.

¿Partido único?

Si bien, según lo anunciara días atrás el presidente de la Cámara de Representantes, Germán Varón Cotrino, el ministro del Interior y Justicia, Fabio Valencia, le aseguró que el Gobierno no está de acuerdo ni avala la creación de un nuevo partido, algunos parlamentarios gobiernistas piensan lo contrario e, incluso, creen que no habría necesidad de pensar en una colectividad debutante, sino que lo más práctico sería colgarse de la personería de Primero Colombia, bajo la cual se ampararon las dos campañas presidenciales del presidente Uribe.

Para varios analistas, la posibilidad de crear un partido nuevo que lidere una lista fuerte de uribistas para hacerse al manejo del Senado y la Cámara de Representantes no depende tanto de la intención sino de que se den tres circunstancias básicas.

En primer lugar, que el Jefe de Estado decida lanzarse a impulsar el referendo reeleccionista y aceptar la posibilidad de competir por un tercer periodo consecutivo. Una decisión en ese sentido seguramente romperá la ya fisurada unidad de la coalición, sobre todo por el lado de Cambio Radical y el conservatismo, ya que el líder del primero, Germán Vargas Lleras, anunció que llevará su candidatura hasta el final, y el directorio del segundo está obligado estatutariamente a escoger aspirante presidencial y ponerlo a competir en la primera vuelta electoral, a menos que se pueda concretar antes una consulta interpardista entre los presidenciables uribistas.

Con una U dividida, desgastada y golpeada electoralmente, difícilmente Uribe podría hacer de ese partido el motor de su campaña y asegurarse de que mantendrá un dominio parlamentario claro y sin afanes.

Un segundo elemento casuístico tiene que ver con la receptividad o no que tengan las directivas de los partidos uribistas para ubicar en sus listas al Congreso a varios alfiles presidenciales que el Jefe de Estado quiere que lleguen a ocupar curules a partir del 20 de julio de 2010. Si los directorios y bancadas dan un portazo a los ‘enviados’ del Jefe de Estado, entonces la idea del partido nuevo tendría más eco.

Y en tercer lugar, la posibilidad de que haya un nuevo partido uribista dependería de la forma en que los independientes, los liberales y el Polo confeccionen sus respectivas listas al Congreso.

Por ejemplo, el candidato presidencial Sergio Fajardo está construyendo una propuesta que consiste en convencer a todos los movimientos independientes de que se unan bajo una misma lista al Senado, que estaría constituida no sólo por los candidatos de éstos sino por dirigentes y personalidades de altas calidades. Una especie de “Selección Colombia” de aspirantes. Es claro que una alternativa como esta podría significar una amenaza para las listas uribistas, sobre todo por el umbral electoral por encima de los 200 mil votos, es decir que para entrar en la repartición de las curules se necesitaría por lo menos ese número de sufragios.

Si en un momento dado el Jefe de Estado llega a considerar que la oposición está más cohesionada y por esa vía puede ostentar un mayor músculo electoral, entonces la posibilidad de apoyar una sola lista oficialista fuerte empezará a tomar fuerza.
Esa preocupación es aún mayor por la no postulación al Senado de pesos pesados como Vargas Lleras o Gina Parody, que en los comicios de 2006 lograron votaciones individuales que jalonaron la asignación de más curules para sus respectivas colectividades.

Aunque inicialmente se pensó en que una de las fórmulas uribistas para asegurarse de que nombres de mucho peso político, arrastre electoral y dimensión nacional estén en sus listas al Congreso, podría ser que éstas estuvieran encabezadas por los precandidatos o candidatos presidenciales que perdieran en las consultas internas o la interpartidista, esa idea no caló en la mayoría de las colectividades, ya que los parlamentarios sostienen que quienes se le jueguen por buscar la Casa de Nariño después, si quedan por el camino en esa competencia, no puede aspirar “como premio de consolación” a curules en Senado y Cámara.

“Si dejamos que los que hoy dicen que están dispuestos a lanzarse a buscar la Presidencia, después cambien de opinión y prefieran buscar Senado, lo que estamos haciendo es abrir un boquete muy grande… Es claro que algunos de los actuales presidenciables saben que no tienen fuerza electoral para llegar a la Casa de Nariño y que, en realidad, lo que buscan es figuración nacional y vitrina política para lanzar su aspiración al Congreso. No señores, aquí tenemos que ser serios, el que quiere Presidencia, apuesta por ella, y el que quiere Congreso pues que se lance, pero nada de jugar a dos bandas…”, advirtió un importante senador uribista que pidió la reserva de su nombre.

Voto castigo

Sin lugar a dudas esta campaña al Congreso podría ser una de las más notorias en lo que al llamado “voto de castigo” o “voto de protesta” se refiere. No hay que olvidar que el Parlamento que fue elegido en marzo de 2006 y que termina sus funciones en junio de 2010 pasará a la historia como uno de los más críticos y llenos de escándalos de las últimas décadas.

Al Gobierno le preocupa la forma en que el proceso de la parapolítica afectará la votación de los partidos de la coalición. Por ejemplo, según el último cálculo hecho por EL NUEVO SIGLO el año pasado, los senadores y representantes que se encuentran presos o que decidieron renunciar a su curul para que sea la Fiscalía la que los procese penalmente, representan más de tres millones de votos, y de ellos alrededor del 70 por ciento corresponden a congresistas uribistas.

Si bien es cierto que algunas maquinarias políticas pueden ser ‘heredadas’, a tal punto que ya muchos de los investigados o condenados por parapolítica alistan las candidaturas de familiares o ‘delfines’, es claro que el castigo electoral a quienes se aliaron con los paramilitares será significativo.

Por igual, este Congreso carga el pesado lastre de escándalos que hoy son referencia de corrupción y desviación criminal en el ejercicio parlamentario. La “yidispolítica” (ya con sentencias condenatorias por la compraventa de votos parlamentarios para apoyar la primera reelección presidencial), la “DMG-política”, la “Farc-política”, la “eleno-política”… A ello hay que sumar denuncias sobre sobornos, malgasto presupuestal, politiquería y apetito burocrático desmedido, presuntos robos al erario público, la tan mentada “Comisión de absoluciones” de la Cámara, ausentismo, pereza, deficiente control político, polarización, falta de independencia frente al gobierno de turno… En fin, un menú de falencias tan graves que no en pocos momentos se llegó a pensar en la opción de la revocatoria y el anticipo de elecciones.

A todo ello hay que sumarle el impacto que llegue a tener la fractura en los cacicazgos más tradicionales (por efecto de la parapolítica), la muerte de pesos pesados en materia electoral (Víctor Renán Barco, por ejemplo), la insatisfacción de concejales y diputados por el veto para aspirar al Congreso que se les quiere imponer en el proyecto de reforma política y la desaparición de no pocos movimientos y partidos por sustracción física de líderes y dirigentes… Todo ello, sin medir qué tanto harán las Farc para boicotear el proceso electoral y cuántos congresistas podrán mantener su potencial de votos al estar presos o extraditados los cabecillas paras que los apoyaron en el pasado…

En lo que hace a la cuestión programática, aún es muy temprano para definir derroteros de propuestas, salvo que todos los candidatos a una, tanto del uribismo, la oposición como de los independientes, tendrán una sola frase de batalla que, por ser generalizada y difícilmente apoderable por tal o cual aspirante, perderá efecto concreto: la continuidad de la política de seguridad democrática.

Arrancó, pues, la campaña electoral para Congreso. El escenario descrito evidencia no sólo que será un puja electoral atravesada y subordinada sustancialmente por la puja de los presidenciales y la posibilidad de una segunda reelección, sino por la incertidumbre sobre qué tanto pesará el lastre de escándalos, ilegitimidad y corrupción que arrastra el saliente Parlamento. Amanecerá y veremos.


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