Más allá de las diferencias ideológicas y políticas entre tres gobiernos de izquierda y uno de derecha, el apego al poder se muestra como una tendencia marcada en los mandatarios de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Colombia
COMO SI fuera un mal de contagio directo, cuatro países suramericanos atraviesan en estos momentos crisis políticas internas por cuenta de los ánimos reeleccionistas de sus respectivos presidentes.
Si bien es cierto que no es dable comparar las situaciones políticas de un país con la de otro, no deja de llamar la atención la coincidencia de que cuatro mandatarios aspiren a repetir o incluso perpetuarse en el cargo, y que esa intención tenga a los sectores de oposición denunciando que la democracia interna está en peligro y que el Ejecutivo, que en la mayoría de los casos se defiende con sus altos niveles de popularidad, utiliza el poder no sólo para allanar el camino a su reelección sino para disminuir la fuerza de quienes lo contradicen.
Para algunos analistas este fenómeno responde a las tendencias de populismo de izquierda o de derecha que se han afincado en Latinoamérica en los últimos diez años y que, poco a poco, se han ido acomodando a las particularidades electorales, sociales, institucionales y, sobre todo, políticas del centro y sur de un continente que fue descuidado por Estados Unidos, que como la potencia regional estaba llamado a no perder su área de influencia ideológica y económica.
Pese a las notorias diferencias políticas, sociales e institucionales, tanto en los casos de Venezuela, Colombia, Ecuador y Bolivia hay hechos coincidentes, como estrategia, en los intentos reeleccionistas.
En primer lugar, en esas cuatro naciones se produjo un cambio constitucional para viabilizar las repeticiones presidenciales en el poder. Como segundo elemento común, los respectivos ejecutivos maniobraron para asumir el control o la capacidad de influencia sobre los entidades llamadas a garantizar el equilibrio de poder así como el sistema de pesos y contrapesos institucionales. En tercer lugar, para quitarle piso a las voces críticas, en las cuatro naciones se ha acudido o se tiene pensado hacerlo, a los referendos y otros tipos de consulta directa al constituyente primario para refrendar las medidas reeleccionistas, bajo la tesis de que la voluntad de las urnas no puede ser contrariada por el cuerpo normativo institucional vigente.
Como cuarta circunstancia coincidente, los respectivos gobiernos en trance de permanecer en el poder siempre han acudido a estrategias políticas de polarización y macartización, en donde con discursos que encienden el nacionalismo y que contienen altas dosis de populismo se descalifica a los sectores de oposición con el expediente de que son apátridas y quieren desconocer la “voz del pueblo”. Y en quinto lugar, cada intento por seguir en el Ejecutivo ha estado acompañado de la formación de nuevas partidos políticos, que tiene como elemento común una alta dosis de caudillismo y personalismo.
Chávez, vuelve y juega
El caso más emblemático del apego al poder es el del mandatario venezolano Hugo Chávez, que semanas atrás emprendió una nueva maniobra para seguir en la presidencia, por lo menos, unos diez años más.
Esta vez lo intentará por intermedio de una enmienda constitucional que daría vía libre a su reelección ilimitada, y que será votada, bajo el mecanismo de referendo, el 15 de febrero. Sin embargo, la posibilidad de perpetuarse en el poder no sería sólo para el jefe de Estado sino también para todos aquellos que ocupan cargos de elección popular.
No hay que olvidar que en diciembre de 2007, el presidente venezolano ya perdió en las urnas con una propuesta similar, que además incluía un menú de reformas para acelerar la implantación del llamado “socialismo del siglo XXI” en ese país.
Como es apenas obvio, los sectores de oposición se han lanzado ya a las calles para hacer campaña por el No, y de inmediato el chavismo activó sus estrategias para descalificar a los contradictores, señalarlos como apátridas y “pitiyanquis”, término despectivo para describir a quienes son partidarios de Estados Unidos y “enemigos de la revolución bolivariana”.
Evo, hoy, también aspira
En Bolivia hoy se debe votar un referendo que busca ratificar la nueva Constitución que impulsó contra viento y marea el presidente Evo Morales, aún a riesgo del riesgo de la escisión territorial y que, de paso, dio vía libre a la creación de cuatro autonomías provinciales, que incluso ya fueron sometidas a la prueba de las urnas entre mayo y junio de 2008.
Sin embargo, en la nueva Carta Política que hoy se vota mediante referendo no sólo se somete a consideración de los bolivianos un marco normativo marcado por el nacionalismo y la reivindicación indigenista, sino que también hay un artículo que le permite a Morales ir a la reelección por una vez más.
De allí que el pulso entre el gobierno y la oposición, encabezada por los gobernadores de las cuatro regiones autonómicas haya sido tan encarnizado en los últimos días, aunque los sondeos permiten establecer que el oficialismo terminará ganando y la nueva Constitución, con reelección a bordo, tendrá vía libre para empezar a regir.
Morales, que irá a una consulta en diciembre de este año por un nuevo mandato hasta 2014, si es que se aprueba la nueva Carta Magna, también dijo en los últimos días que llegaron al poder para "quedarse toda la vida", lo que desató ácidas críticas opositoras.
Correa, a las urnas hoy
Coincidiendo con el caso boliviano, el oficialismo ecuatoriano realiza hoy, por primera vez, unos comicios primarios, en las que se prevé ratificar la candidatura a la reelección del presidente Rafael Correa en las votaciones generales del 26 de abril.
La lista de 14.000 aspirantes la encabezan Correa y el vicepresidente Lenín Moreno, que por decisión del Movimiento País serán los únicos candidatos para la elección presidencial.
Correa cumplió dos años de gobierno al frente del país más inestable de la región -con diez jefes de Estado en la última década-, con una popularidad récord del 70%, según encuestas privadas.
El mandatario izquierdista de 44 años impulsó la nueva Constitución que le permite ahora competir por la reelección para un período de cuatro años.
De imponerse en los comicios de abril, Correa conseguiría su quinto triunfo consecutivo en las urnas y podría permanecer en el poder hasta 2017.
La debilitada oposición -que reúne a partidos de centro, de derecha y un sector de la izquierda inconforme con el gobierno- intenta por su parte nominar a un único candidato para que compita con Correa, según varios dirigentes.
Entre los nombres que están circulando están el ex presidente Lucio Gutiérrez -derrocado en 2005-, el magnate Alvaro Noboa -derrotado en varias elecciones- y el banquero Guillermo Lasso.
Con las elecciones generales termina en Ecuador una etapa de transición institucional de siete meses, prevista en la Constitución de inspiración socialista impulsada por Correa.
Además del referendo de septiembre, el jefe de Estado -vencedor en la segunda vuelta de noviembre de 2006- logró sacar adelante una consulta para cambiar la Carta Magna de 1998 y se alzó con la mayoría en las elecciones de la Asamblea que elaboró el nuevo texto.
¿Uribe III?
Y, por último, está el caso colombiano, en donde el presidente Álvaro Uribe podría acceder a un tercer periodo consecutivo en el Casa de Nariño, gracias a un proyecto de referendo que está siendo tramitado en el Congreso y al cual sólo le restan dos debates en el Senado.
Pese a que cuando se aprobó la primera reelección, la Corte Constitucional advirtió que sólo una vez se podía repetir en el poder de manera consecutiva, ahora la coalición uribista impulsa un referendo reeleccionista, cuya financiación ha estado en el centro del escándalo.
La iniciativa no sólo ha producido una ruptura en la coalición gobiernista, en donde hay una larga fila de posibles candidatos a suceder a Uribe, sino que tiene al país político polarizado, entre quienes consideran viable y necesario que un mandatario con la popularidad y aprobación del actual Jefe de Estado siga en el poder, y aquellos que consideran que un tercer periodo consecutivo rompería todas las vértebras institucionales, el sistema de pesos y contrapesos y ahogaría la democracia, al no existir alternancia en el Ejecutivo.
Como se ve, más allá de las diferencias ideológicas y políticas entre tres gobiernos de izquierda y uno de derecha, el apego al poder se muestra como una tendencia marcada entre cuatro mandatarios suramericanos que, por más crisis y polarización que el tema de la reelección genere, insisten en perpetuarse en el Ejecutivo.
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